lunes, 2 de noviembre de 2015

#CRÓNICA 14. DE #HONNINGSVAG A #ALTA

La Crónica 14 de Honningsvag a Alta, comienza justo en el punto en el que termina la Crónica 13.

...pasada la una y media de la madrugada, llegaba al hotel... 





Antes de dormir, me volví a sentar tranquilamente en la ventana a contemplar esas primeras luces envolventes que el sol de media noche me había regalado. Cogí mi cámara y lo fotografié. Me acosté y me dormí.

Tenía muchísimo sueño, cuando a las ocho de la mañana, tocó el despertador. Me levanté y volví a mi lugar preferido, a la ventana. La luz seguía siendo espectacular. Algunos reflejos menos en el agua, pero la imagen parecía la misma. 


Observar por algunos minutos el tránsito de distintos tipos de barcos por las azules aguas era la mejor visión que podía esperar a esas horas de la mañana.


A las nueve y treinta aproximadamente, salía del hotel rumbo a Alta, en mi cuarto día de viaje por tierras laponas. Poco antes de las diez de mañana, volví a cruzar el Túnel subterráneo de Kafjord. 

De nuevo, empezaba a disfrutar de la inmensidad del Océano, de los maravillosos paisajes, del color rojo de las casas de madera, de los reflejos pictóricos en las cristalinas aguas,  de las montañas lejanas...



Una pequeña parada para admirar este increíble paisaje lleno de encanto y cotidianeidad, la isla mínima, los colores de las flores y la luz maravillosa que lo envolvía... El tiempo parecía correr demasiado cuando al mirar el reloj, me dí cuenta de lo rápido que había pasado.





El caminar seguía su curso... el disfrute permanentemente garantizado con sólo abrir los ojos y mirar... mi cámara tan anganchada al paisaje, como mi corazón.




Los matices del agua a lo largo de todo el recorrido eran ilimitados, incontables... Desde el turquesa de esa playa, al azul grisáceo pasando por los verdosos , los celestes. los blanquecinos, los plateados...




Y también el recorrido me sorprendió con las rocas, que al mirarlas me devolvían distintos tipos de líneas, de texturas, de caras que parecían salir a mi encuentro... las simetrías se dibujaban perfectamente permitiéndome disfrutar de ellas...




Ellos, los renos, también formaban parte de la sorpresa en muchos tramos de la carretera. Carretera apenas transitada. Podía imaginármelas en invierno cubiertas de nieve y esos renos, transitando por ellas bajo las copiosas nevadas.


Una parada más. Este coqueto lugar, del que no recuerdo el nombre, me permitió dar un buen paseo, oler la intensidad del océano, sentir en mi piel el agua helada, fotografiar decenas de detalles curiosos y sorprendentes... Y sobre todo, conocer un poco más del pulso diario y de la vida de sus habitantes.







...CONTINUARÁ...

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