sábado, 16 de abril de 2016

FERIA DE SEVILLA. EL DUENDE Y EL ARTE NO TIENEN EDAD.

Feria de Sevilla. El duende y el arte no tienen edad.



...y este año también compartí la feria, en muy buena compañía...

La feria tiene su propio rítmo, sus tiempos, sus espacios...Hay que adaptarse a ellos con la mejor de las sonrisas. Por eso, en cuanto sales de casa, has de dejar aparcada en ella, la prisa, la comodidad, el reloj...

La tarde del miércoles, festivo en la ciudad de Sevilla, la feria estaba impresionante, totalmente saturada de flamencas, carritos de bebés, caballos, enganches, globos, rebujito y por supuesto, cante y baile por sevillanas.

Salí de casa con paso corto y disfrutando del sol que calentaba tímidamente y que a ratos, me permitía quitarme la chaqueta. Cuando llegué a la parada del metro, la gente se agolpaba junto a las máquinas para sacar los billetes. Entré sin problema, pero el metro acababa de irse. Tocaba la primera espera. Se hizo corta. Mi mirada se perdía entre las múltiples conversaciones, el llanto de algún bebés, la impaciencia de los adolescente y sobre todo, en observar como independientemente de la edad, todos los chicos y hombres llevaban su traje con chaqueta y corbata. No podía más que sorprenderme. Aún resonaban en mis oídos, las preguntas de los chicos de 12/13 años de primero B, en torno a las 2,30 de la tarde de ese miércoles, preguntándome cuánto costaba un traje de chaqueta para ir a la feria.

El metro llegó y con cierta premura me monté. Tuve suerte. Me pude sentar. A mi alrededor pude comprobar que los chicos de 12/13 años iban a la feria con sus chaquetas. No pude más que sonreír y seguir observando el pulso de la vida cotidiana en esa tarde, camino de la feria. 

Las paradas de metro estaban tan llenas que el metro tardó bastante rato en llegar a la Plaza de Cuba. Me baje con calma. Y entonces, una voz nítida y alegre pronunció mi nombre. Era Carla. Iba con su madre a la feria, vestida de gitana y feliz. A ambas nos dio mucha alegría al encontrarnos. Caminamos un rato juntas y luego,  mi camino continuó. 

La larga calle Asunción estaba repleta de gente caminando casi en un único sentido. Camino de la portada. Algunos, los menos, volvían con cara de cansancio. Recorrer los metros de esa calle hasta llegar a la portada, no fue fácil. Los volantes, los mantones, las risas y la felicidad, también caminaban junto a mi. Era placentero ese discurrir de arte y creatividad, color, lentitud en el caminar...



Al llegar a la portada me paré. La contemplé con detenimiento. Me gustaba el juego que hacía su pose en el cielo azul con nubes blancas. Y luego, empecé a caminar. A cada paso me atrapaba una nueva sensación. Siempre acabo por sorprenderme del sonido de los cascos de los caballos, junto al de las ruedas de los carros, la bella estampa de los enganches... Tardé otro buen rato en llegar a mi destino.



Una vez allí, el encuentro con mis compañeros/as del instituto y con la grata sorpresa de poder compartir risas, este año también, con tres compañeros/as del curso pasado que este año están en otros institutos. Bellos momentos los vividos y sentidos junto a todos ellos/as.



Luego el paseo por la feria. Difícil caminar entre la multitud. Sonidos mezclados de una caseta a otra. Algún que otro saludo. Llegamos a la caseta de la Anfitriona; Isabel. Y allí sentada con sus palillos, este año también, estaba su madre. Una maravillosa mujer llena de rítmo, de arte, disfrutando sin pensar en su edad, junto a su nieta y las amigas y amigos...

Las sevillanas brotaron de sus gargantas y el baile hacía que las miradas se posaran en todas las parejas que se acoplaban al ritmo de las sevillanas. 


Y llegó su momento.

Un gran momento, que tuve la suerte de poder contemplar, vivir, sentir y grabar. 



Luego, otros momentos irrepetibles, inigualables... El encuentro con los chicos/as del instituto que en esa caseta, bailaban, reían y me invitaban también en la feria, a grabarlos.



Sin darme cuenta, las luces se encendieron. Y el azul cielo, dio paso a la oscuridad de la noche, rota por las bombillas que iluminaban el recinto ferial. La portada quedó atrás. Un último vistazo para verla iluminada.



La vuelta al metro fue tan lenta y larga como la ida. En el viaje de regreso, muchas familias con los niños y mucho cansancio en los rostros de todos los que tuvimos la suerte de compartir y vivir esa tarde de feria.

Al llegar a casa, las imágenes de feria de este año y el recuerdo de los anteriores, se adueñaron de mis pensamientos.