miércoles, 6 de julio de 2016

SACA DE LAS YEGUAS 2016. ALMONTE. DOÑANA. 1ª parte.

Saca de las yeguas 2016.



Como ya comentaba en mi post publicado el pasado 20 de junio de 2016, este año estaba muy impaciente por volver a Doñana y sentir el latir el corazón de la marisma de la mano de los yegüerizos y sus yeguas.

Terminaba esa entrada con estas palabras:

"En los últimos cuatro años, el trabajo y otras circunstancias, me han impedido disfrutar de la saca de la yeguas. Pero este año, espero con mucha emoción y alegría, volver. Volver a empaparme de la magia del atardecer y del amanecer, en las polvorientas tierras de Doñana.

¿Qué me encontraré?

...este año estoy impaciente...
...se acerca el 26 de junio y la saca de las yeguas...


El sábado 25 de junio, a las cuatro de la tarde, partía rumbo al Rocío. Una carretera con poco tráfico y bajo un sol de justicia, me llevó a la aldea. Frente a la choza, una parada para disfrutar y admirar los flamencos, que ajenos a la climatología, seguían con su pico buscando comida. Corría una leve brisa que invitaba a sentarse a la sombra y disfrutar de esos momentos especiales.



De allí, puse rumbo a La Rocina. Y al llegar, el mismo sentimiento de siempre. Un torrente de energía positiva que llena mi alma. Recuerdos acumulados desde mi infancia, al recorrer este hermoso paisaje.

A las seis de la tarde, montamos en el todoterreno que nos llevaría al encuentro con la tradición. Recorrimos entre risas y saltos del vehículo, las arenas. La primera parada. Las primeras yeguas sesteando aún al calor de la tarde. Los colores, los olores, los sonidos se mezclaban perfectamente para hacerme sentir una profunda emoción. Me detuve a mirar, a sentir, a admirar, a dejarme llevar...



Allí, con la marisma de fondo, el agua, los flamencos, todo parecía mágico. Mi mirada de repente, volvió nuevamente a mi infancia, al ver a los escarabajos peloteros.




Luego, las bellas imágenes de los potrillos junto a sus madres, mamando o simplemente cerca de ellas. Sus cabezas llenas de matices de colores, con sus crines revueltas. Sus ojos. Su deambular sereno...





Volvimos al todoterreno y a las arenas. Otra parada en la primera reunión que encontramos. El cansancio había hecho mella. La placidez del sueño atrapó a más de un yegüerizo. Seguro que seguían soñando...




Él caminaba con su sonrisa y su sombrero, lleno de alegría, mientras su hermano dormía. Amable y cercano. Estuvimos hablando de yeguas y marisma. Luego, unas risas con ambos y estas fotos para el recuerdo.




Y entonces, mi mirada se cruzó con la suya. 



Con su pañuelo de coco al cuello y su sombrero. Su amplia sonrisa y su brillante mirada. Disfruté mucho riendo junto a él y sus amigos mientras mi cámara, captaba una de las imágenes que daba respuesta a mi pregunta:

¿Qué me encontraré?
Ya tenía una respuesta. 

Me había encontrado el Futuro.



Con él, con su padre y con toda la reunión, disfruté del cante y de su cante, de las risas, de los retratos de los hombres con sus sombreros, sus gorras, del encuentro con los abrazos y con los cálidos saludos.






Allí también estaba él. Lo reconocí en cuanto le vi. Y el tiempo me volvió a otra saca de las yeguas, al 26 de junio de 2009, en la que lo encontré montado en su caballo. Esta vez, también me permitió amablemente, retratar su mirada.


 

El futuro llegaba también, de la mano de sus sonrisas y sus miradas empapadas de tradición y marisma.


 

El tiempo pasó rápido y divertido. Volvimos a las arenas y a otra parada. Difícil reto captar imágenes de vídeo. Pero aún así, lo intenté una y otra vez. Imágenes que me eran muy familiares y  más que mi curiosidad, despertaban mi emoción por volver a vivir esos momentos. 






La bella estampa de estos hermosos caballos atraparon mi atención y me llevó a otro alto en el camino.



Y allí, al volver mi mirada también a él lo encontré. Su amplia sonrisa y su cara de alegría, permanecía este año, con la misma intensidad que en la saca del 26 de junio de 2011.




Y en ese instante, encontré otra respuesta a mi pregunta:


¿Qué me encontraré?
Ya tenía otra respuesta.

Había encontrado más sombreros, pañuelos de coco y gorras, más camisas, 
más tradición, más autenticidad... y lo agradecí muchísimo.
Me alegraba volver a esa mirada de antaño, que tanto me emociona.


El sol hecho ya una hermosa bola de fuego, bajaba aceleradamente entre los árboles, para dejar paso a un maravilloso rojizo atardecer en Doñana. 




Yo no tenía frío ni tampoco calor. Los mosquitos no habían llegado, cuando paramos en otra de las reuniones. Nuevamente la amabilidad, las sevillanas cantadas con el corazón marismeño.






Me gustaba desplazar mi mirada por las distintas escenas que simultáneamente se sucedían en esta reunión. Y allí estaba él. Cuánta ternura había en esa postura, en su cara...






Me seguía preguntando...


¿Qué me encontraré?
Ya tenía otra respuesta.

La mayoría de los yegüerizos eran jóvenes. 
Los abuelos, este año no los encontré y los recordé con añoranza.




Poco a poco, la oscuridad empezaba a ganar la partida al día y partimos. A las 11 de la noche, ya estaba en Almonte, dispuesta a irme a la cama y seguir soñando.



...CONTINUARÁ...

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