Ya hacía años que no me acercaba a disfrutar de esta fiesta trianera tan auténtica. Los últimos rayos de sol, daban un aire cálido a la calle Betis cuando llegué acompañada de mi querida amiga Marifé. Hacía una temperatura buenísima y en nuestros primeros pasos, poca gente. El sonido empezaba a inundar el ambiente en cuanto recorrimos algunos metros. Sin darme cuenta, la oscuridad iba apoderándose del despejado cielo. Las luces de colores, resplandecían y los farolillos de las casetas, cobraban protagonismo.
El olor de las sardinas asadas, se mezclaba con el del río. Esta Velá aún sigue conservando lo auténtico. Las parejas, las familias, los amigos... pasean lentamente por la calle arriba y abajo. Me recuerda a la feria de mi pueblo, en mi infancia. Pero...la loca revolución de los autoretratos, que ahora llaman selfie, era la estampa en todos los rincones, a todas horas... Al filo de la madrugada, el bello encuentro con algunas alumnas de mi instituto y las últimas miradas a la multitud que llenaba completamente la calle Betis, la Plaza del Altozano... y el recorrido por el puente sin tráfico. Hoy me pregunto ¿Cuántos años más podremos disfrutarla en su esencia? ¿Seguirán las sardinas, las almendras, las moñas de jazmines...?
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