En la Crónica anterior, que es la segunda que realizo de este viaje por Laponia, os comentaba algunas de mis primeras impresiones y compartía algunas imágenes de mis primeros pasos por la ciudad de Helsinki. En ella no incluí el Monumento a Sibelius porque quería dedicarle esta crónica especial. Amo la música. Tener la oportunidad de visitar el país de este gran compositor y el Monumento en su honor, era uno de los momentos esperados del viaje.
Como ya he comentado en varias ocasiones, cuando sé que voy a visitar un país, una ciudad, un monumento... no me gusta mirar las fotografías que hacen de ellos, otros compañer@s fotógarf@s. Me gusta leer, documentarme, conocer su historia... Y cuando estoy allí, dejarme impresionar, dejar que me cuente, empaparme de sus colores, los ángulos, sus luces y sombras... En esta ocasión, también lo conseguí.
Esta es la primera visión que tuve cuando empecé a caminar hacia él, cruzando el Parque Sibelius que está cercano a la costa oeste de la ciudad. Podía apreciarlo radiante, entre el verde de los árboles. Algunas personas lo disfrutaban. Al mirarlas, me dí cuenta perfectamente, de sus dimensiones. Poco duró este instante... en seguida, fue tomado por los compañer@s del viaje, que se apresuraban a llegar junto a él para hacerse la foto.
Yo me acerqué a él, con calma, con alegría, dejándome llevar... Me gustaba descubrirlo y disfrutarlo. Ahí estaba la firma de su autora Elia Hitunen que brillaba nítida después de tantos años.
El tiempo pasaba rápido para mí. Al fin conseguí alejarme de sus entrañas y disfrutarlo desde el otro lado. Esperar a que los visitantes se alejaran y tenerlo desde esta perspectiva, era como un triunfo. Y allí estaba su rostro. Retratar las hermosas curvas de su perfil, me hizo trasladarme a su época.
Continué recorriéndolo palmo a palmo...en cierto momento noté que podría estar allí horas y seguro que seguiría encontrando perspectivas, sombras, figuras... Mis expectativas se estaban cumpliendo.
Y de repente, la fantasía también me atrapó. Fue entonces cuando mi imaginación voló descontrolada. Desde esta perspectiva, veía a un maravilloso camello comiendo las hojas del árbol.
Ahora sí que se estaba terminando mi tiempo junto a él. Caminé hacia el otro lado del Parque, llena de música, de creatividad, de arte... entonces me volví y esta fue la última imagen de este plástico y maravilloso monumento al compositor Sibelius. A partir de ahora, cuando en el Teatro de la Maestranza de Sevilla escuche algunas de sus obras, cerraré mis ojos y estoy segura, que volveré a sentir la intensidad de estaos momentos.
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