De Káfjord a Gildetun #Crónica 19
Una etapa más de este intenso quinto día de viaje, en el que nuevamente, los paisajes me atrapaban.
Estar con los ancianos lapones y disfrutar un rato de su artesanía y de los pequeños objetos de su vida cotidiana, me dio muchas ganas de continuar disfrutando de estas tierras Laponas. Volví a la carretera y allí estaban ellos, con sus cornamentas. Tranquilamente continuaban andando por la carretera ajenos al ruido que en ella producían los escasos vehículos que circulaban. No me cansaba de verlos. No me molestaba su caminar...
Todo era belleza en ese lugar. En multitud de ocasiones, mi imaginación se desbordaba. Las onmipresentes montañas... las miraba atentamente y... al girar mi cabeza, aparecían las caras, con sus múltiples expresiones...
El plomizo cielo, a veces se despejaba y me ofrecía otra bella estampa del paisaje. Era fascinante ver los torrentes de agua ladera abajo, en el instante en que dejaban de estar en forma sólida para pasar a agua líquida...
Los retazos de vida, se filtraban tímidamente en la inmensidad del paisaje. Estampas evocadoras de tiempo pasado, en las viejas construcciones de los Samis. La madera siempre presente en las casas pintadas de rojo, de blanco...
El tiempo parecía correr demasiado. No sé exactamente cuántos kilómetros recorrí, pero sí siento aún en mi corazón, la maravillosa sensación que sentí al encontrarme con esta grandiosidad del mar.
Aún siento en mi piel el intenso frío. Nada, ni siquiera esa sensación, podía retirar mi cuerpo y mi mirada de este lugar. Escudriñé cada rincón, mi cámara se volvió compulsiva tomando fotos y mi sonrisa me acompañaba permanentemente.
Luego pasé al conford del interior de este refugio. Una taza de chocolate caliente reanimó mis mejillas. Compartir estos momentos con mi querida amiga Estela, no tenía precio.
Antes de partir, a cada paso que daba me volvía. Quería fijar para siempre en mis retinas esos bellos colores tan mágicos.
...CONTINUARÁ...
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