Crónica 21. En Sorkjosen.
Mi llegada a este bello pueblecito, fue bajo el paraguas. Las primeras gotitas se hacían cada vez de mayor tamaño y caían a cada minuto, con más intensidad. El cielo se cubría de una bella paleta de grises.
La lluvia siempre me incomoda. Y más, en una situación como ésta, en la que no era nada recomendable llevar mi réflex al cuello. Con resignación la guardé entre las bolsitas antihumedad y mi compacta, cobró todo el protagonismo.
Resguardada bajo mi paraguas, me dispuse a disfrutar de un paseo bajo la lluvia. Me gustaba jugar a mirar el paisaje desde esa situación.
En mi recorrido encontré relajantes postales de naturaleza, que cambiaban rápidamente, en cuanto algún pequeño rayo de sol conseguía burlar a las nubes.
Me adentré en una de las calles. Las casas de madera parecían dibujadas. Cuando intentaba alejarme de ellas y verlas en la lejanía, me imaginaba que eran bellas casitas de juguete. Al acercarme, mi disfrute era intenso. Me gustaba quedarme a mirar todos los detalles de sus mojados jardines.
Pocos lugareños fuera de sus casas. Decían que el tiempo no era frío, que estaba siendo un verano muy bueno. El termómetro marcaba unos quince grados. Seguí mi recorrido. A cada paso, una bella imagen que mi compacta inmortalizaba. La madera para el invierno, ocupaba buena parte de los jardines.
Jardines abiertos, sin ningún tipo de cerramiento, que te invitaban a quedarte en ellos.
El color se apoderaba también de mis imágenes. Nunca pensé, que en ese clima polar, con tanto frío, las flores tuvieran esa vida. Pétalos de múltiples forma, colores, tamaños...
Y casi sin darme cuenta, la lluvia desapareció. Era justo el momento de mi partida.
...CONTINUARÁ...
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