CRÓNICA 0. EL VIAJE MÁS EMOTIVO. VERANO 2021. PAÍS VASCO Y CANTABRIA.
Viajar, como ya todos/as sabéis, es una de mis grandes pasiones. Conocer culturas diferentes a la nuestra y perderme por países lejanos, me fascina, me da vida y felicidad.
Mi último viaje de verano fue en 2019 a Israel y desde entonces, sólo había salido de casa una semana a Pamplona en enero y otra a Santiago de Compostela en febrero de 2019. Ambas por motivos educativos, aunque aproveché para viajar un poquito. Mis amigas (Luisa y Chus) me llevaron a conocer algunos lugares maravillosos de Navarra y Galicia.
Desde el día 1 de marzo de 2020 que volví de Galicia, no había salido de viaje a ningún lugar. Para mí era fundamental poder viajar en este verano del 2021, a pesar del pánico que aún me atenazaba por la maldita pandemia.
Salir de viaje fuera de España, ni me lo planteaba. Así que después de 20 años seguidos viajando por el mundo, este verano de 2021 tocaba quedarme aquí, en España y decidí conocer el País Vasco y seguir conociendo Cantabria.
"Quien me iba a decir a mí, que la pandemia me traería el viaje más emotivo, con los reencuentros más esperados, el cariño más intenso, los mimos más compartidos, las vivencias más afectivas..."
Mi desescalada estaba siendo muy lenta, pero estaba animada y convencida de que poco a poco, seguiría dando pasos y avanzando.
El primero de ellos fue en Mazagón, junto a mi querida amiga Rocío. Pasear por la playa, las risas, su cariño, los atardeceres... empezaron a llenarme de fuerza y comencé a quitarme, a ratos, la FFP2 que durante tantos meses ha sido mi fiel aliada.
Con las amigas con las que suelo viajar últimamente, Nuria de Cataluña y Estela de Madrid, este año no podría hacerlo. Así que ellas vinieron unos días, en el mes de julio, a verme y pudimos disfrutar, dos años después, en Sevilla, compartiendo nuestro cariño y amistad.
En esos días y junto a ellas, seguí dando pasos firmes y seguros, aunque aún cortos, en mi desescalada, que continuaba avanzando.
LOS PREPARATIVOS.
Con mucha alegría, pero sin saber con certeza si iba a ser capaz de superar mi pánico al maldito virus, comencé a preparar el viaje.
Este año no compré la guía de viaje, como suelo hacer cada año porque en mi estantería, permanecía una guía del País Vasco del año 1998, que había adquirido ese año para viajar por tierras vascas. Pero el destino me llevó a conocer otros lugares de España.
Este tipo de guía me gusta porque hay mucho que leer y muy pocas imágenes. No quiero que mi mirada se contamine con fotografías vistas de otros compañeros/as fotógrafos/as. Me gusta mirar, sorprenderme, sentir y retratar la vida como la siento en ese instante.
Comencé a disfrutar de su detallada lectura y fui tomando nota de los lugares que señalaba como más interesantes. Seguí haciéndolo de la misma forma que lo hacía cuando no existía internet. Me gusta comenzar los preparativos de esta forma.
Al hablar con mi amiga Conchita, tuve la alegría de saber que ella se animaba a viajar conmigo al País Vasco. Unos días después, me llevé una gran sorpresa, que me llenó de felicidad. Al viaje también venía su marido Jordi. Hacía 4 años, desde nuestro viaje a Polonia, que no nos veíamos.
Esta genial noticia me entusiasmó. Así que ya era seguro que viajaría con ellos y recorreríamos el País Vasco en su coche, a lo largo de 8 días.
A partir de entonces, ya empezaban las emociones viajeras a estar presentes cada día y en mi corazón.
A Conchita y a mí nos encanta preparar los viajes. Abrimos en Drive un documento compartido y empezamos a "emborronarlo" con toda la información que teníamos de mi guía y por supuesto, con la que encontrábamos en internet.
Día a día, el itinerario iba cogiendo forma y lo íbamos completando. Cuando ya lo teníamos bastante avanzado, lo compartí con mis amigos/as vascos/as, que aportaron sus experiencias y nos ayudaron con sus conocimientos de los lugares, los recorridos, las carreteras...
Este año no tenía que ir a Madrid o Barcelona para volar fuera de España. Sólo tenía que comprar el vuelo Sevilla-Bilbao-Sevilla.
Mi querida amiga Rosi, siempre presente en mi vida, se encargó junto a Sergi, de comprármelo a muy buen precio. Aunque me salió un poquito mas caro porque yo sin "maleta facturada", de momento, no me habitúo a viajar (pero estoy en ello jajajaja).
Antes de compartirles el Drive, me puse en contacto con mis amigos/as vascos:
-Mariam, Luis y su hija María, con los que compartí viaje en 2006 a Marruecos. Yo iba con mi amiga Sonia. (Fotos de ese viaje)
-Edurne y Borja con los que compartí viaje en 2013 a Sry Lanka. Yo iba con mi amiga Estela. (Fotos de ese viaje)
-Idioa, Alfred y su hija Saioa, con los que compartí viaje en 2014 a Croacia, Bosnia y Eslovenia. Yo iba sola. (Fotos de ese viaje)
-Y también con Noemí y su padre Damián, con mis amigas Garbiñe Larralde y Luisa.
La ilusión de poder conocer las tierras vascas, desvirtualizar a Noemí, su querida hija Indira y su familia y volver a reencontrarme con todos los amigos/as, me mantuvo muchos días feliz, emocionada y sobre todo, muy impaciente.
Por las tardes del mes de julio, mientras me bañaba en mi piscina, cerraba los ojos y los recordaba a todos/as, imaginaba ilusionada cómo sería abrazar por primera vez a Noemí e Indira y reencontrarme con mis amigos/as después de tantos años.
Desde que empezó el verano estuve mirando el tiempo que hacía cada día, en el País Vasco y Cantabria. Mis amigos/as me contaban que estaba siendo un verano anormal, con frio, lluvia y nublado. Yo, con bastante risa, les comentaba que haría un "conjuro" para que los días que yo estuviera allí, hiciera buen tiempo y no lloviera y que yo les iba a llevar el sol de Andalucía.
Casi sin darme cuenta, llegó el momento de preparar la maleta. Me gusta hacerla con calma. Este año tenía que hacer la maleta mas difícil de mi vida. Soy friolera y tolero fatal el frío, no me gusta la lluvia... Así que era complejo hacer una maleta con ropa de verano e invierno: zapatos de lluvia, junto al biquini, el paraguas, la chancla, el polar, el chubasquero... Me resultaba tan anecdótico, que hasta le hice fotos para el recuerdo.
A la semana de comprar los billetes del vuelo a Bilbao, cambiaron la hora de salida desde Sevilla y nos fastidiaron el programa que teníamos previsto para nuestro primer día en Bilbao. Ya no llegaría a las 10,30 de la mañana, sino a las 2,30 de la tarde.
EL VIAJE.
A la hora en punto acordada, el taxista me esperaba en la puerta de mi casa para llevarme al aeropuerto y ya viví la primera anécdota del viaje. Era el mismo taxista que me había llevado al aeropuerto en mi último viaje a Galicia y él me reconoció. Me quedé muy impresionada.
Al entrar en el aeropuerto también me quedé muy sorprendida con todos los cambios y ampliaciones que habían realizado en este tiempo que he estado sin viajar.
Mi corazón latía acelerado, no por ese vuelo de sólo una hora de duración, sino por tener que montarme en un avión repleto de personas. No había ni un asiento libre.
Todo en orden y a la hora prevista el avión despegaba. Yo estaba sentada en el pasillo y a mi lado, una familia de Logroño con una nena de año y medio que no paraba quieta ni un segundo. Menos mal que para mí los chicos no son una molestia, es más, colaboré como pude en distraerla y de alguna manera, esa chica logró que dejara de pensar en mí y en mis miedos.
Aterrizaje y recogida del equipaje y ya me esperaba fuera (por el protocolo COVID no dejan entrar a nadie en el aeropuerto) mi queridos amigos Conchita y Jordi que a través de los cristales, me indicaban dónde me esperaban.
Qué momento mas maravilloso cuando nos abrazamos en ese abrazo eterno, lleno de cariño y alegría. Y como si no hubieran pasado 4 largos e intensos años, con pandemia incluida, comenzamos a reír, hablar...
Dejamos las maletas en el hotel y nos fuimos a recorrer Bilbao. Nuestras cámaras de fotos calentando motores y sin parar... los primeros posaditos de recuerdos juntos, los primeros encuadres...
Aprovechamos muy bien la tarde, tratando de conocer y disfrutar del recorrido que teníamos planeado y que ya compartiré ampliamente en las siguientes entradas.
Luego volvimos al hotel, ducha rápida y a las 9,30 nos encontrábamos con mis amigos Mariam y Luis. Cuánta alegría al vernos de nuevo. Nos fuimos a cenar como si el tiempo, esta vez, tampoco hubiera pasado.
Eso es lo bueno que tiene el cariño y la amistad de verdad, que soporta las distancias y el tiempo. Una maravillosa velada en la que yo aún estaba muy inquieta porque era la primera vez, en todo este tiempo, que me tenía que quitar la mascarilla y cenar en un lugar cerrado.
Los próximos dos días seguimos con el recorrido programado, aunque tuvimos que hacer algunos cambios.
Todo lo que veíamos nos gustaba, disfrutábamos y seguíamos siendo capaces de mantener el mismo ritmo de visitas que teníamos en los viajes anteriores.
Ya en Vitoria y después de hacer una visita a la catedral, Conchita me hacía una foto en una fuente, cuando llegó uno de los momentos mas esperados del viaje. Noemí estaba frente a mí y nos fundimos en un intenso y sentido abrazo que nos hizo emocionarnos muchísimo. Su padre Damián, también llegó a acompañarnos ese día, haciendo maravillosamente de guía, enseñándonos su ciudad. La alegría de conocerlo fue muy grande. Esa jornada de viaje la disfrutamos muchísimo todos juntos.
Conchita, Jordi y yo continuamos recorriendo pueblos maravillosos, rincones que nos hacían retroceder en el tiempo, espectaculares acantilados y puertos, la genial San Sebastián...
Nuestro periplo por tierras vascas se terminó y pusimos rumbo a Noja (Cantabria). Y allí, al mirar hacia arriba, en el balcón, estaban esperándonos Indira, Damián y Toñi. Más besos y abrazos y a buscar a Indira que le encanta que la encuentren. Y claro que la encontré. Nuestro abrazo infinito y su mirada aún tímida por el encuentro, dio paso a su amabilidad, cariño, risa...
Salimos todos juntos a dar un paseo. Le encantó mi cámara réflex y hacer fotos con ella e ir de mi mano contándome sus cosas.
Era como si nos conociéramos de toda la vida y en cierto modo, era así. Nos conocíamos y nos queríamos desde hacía mucho tiempo. Ahora, estaba la presencia, el tacto, las miradas, los mimos... y su primer retrato, con mi primer posado para ella.
Y llegó la hora de despedirme de Conchita y Jordi. El tiempo había volado y nuestro tiempo de viaje había llegado a su fin. Cuántas lágrimas de alegría, mezclada con la pena de la despedida. Ya sentía añoranza y aún estaba abrazándolos. Pero me quedaba en un maravilloso lugar con una familia adorable.
Los días que he pasado con Noemí, Indira, su familia y los amigos de su familia, no los vamos a olvidar jamás.
Me han enseñado lugares bellos, pero lo mejor de todo, era ver tan contenta a Indira, mirarla con sus posturas al coger mi cámara y hacerme fotos a mí y a su familia, verla reír grabándome un vídeo como si fuera directora de cine... ¡¡¡Cuánto hemos disfrutado!!!
Siempre recordaré el cocido montañés que cocinó Toñi, la madre de Noemí y que degustamos con sus amigos/as, en un intenso y bello día de playa, los paseos entre paisajes lunares, las confidencias, las risas cómplices...
En esos días además he intentado aprender algunas palabras en euskera: "Aita, Ama, Amama, Aitite, Agur, Egunon, Ongi etorri, Eskerrik asko... Aunque no entendía nada, las pocas veces que lo he escuchaba hablar en algún lugar, me gustaba el sonido de la conversación.
La vida me ha regalado estos días en familia. Con Noemí y sus padres me he sentido inmensamente atendida, cuidada y querida. Los detalles y mimos de Indira son maravillosos. Cada noche no se iba a dormir hasta que me acostaba, me tapaba y me daba el besito de buenas noches. A la hora de almorzar, me escribía mensajes en las servilletas... Y acabó escribiéndolos dobles, en una para que me la guardara y en la otra para que la utilizara.
Nuestro cariño seguirá creciendo y pronto esperemos que el destino nos deje volver a abrazarnos.
En Noja también tuve otro de los reencuentros del viaje. Quedé con Edurne y Borja y pasamos unas horas maravillosas, hablando de nuestras vidas, los viajes y su trabajo que tanto le gusta, en el que hace una excelente labor inclusiva.
Finalizada mi estancia en Noja, Luis me llevó a Bilbao y allí me recogió mi amiga Garbiñe. Cuánta alegría sentí al volver a encontrarnos. Me llevo al mirador de Artxanda con unas preciosas vistas, a la Basílica de Begoña... Íbamos muy contentas poniéndonos al día de todos los cambios de nuestras vidas y ya cansadas, llegamos a su casa. Al rato, conocí a su amable y preciosa hija.
Al día siguiente pudimos compartir una maravillosa visita al pueblo de Otxandio de la mano de unos maravillosos anfitriones y guías: Ibone y Asier. Nuestra pasión por la Educación estuvo presente a lo largo de todo el día. Un auténtico placer conocerlos y compartir con ellos un día de su vida.
Y por la noche, al fin, pudimos quedar a cenar con Idioa, Alfred y Saioa. Otro emotivo reencuentro que disfrutamos hablando de todo y compartiendo más viajes y educación, ya que Saioa está estudiando Magisterio.
En mi última mañana en Bilbao, el arte estuvo muy presente. Luego, en el almuerzo más educación. Conocí a Itziar y Yomara, ambas apasionadas por cambiar la educación.
A las cinco de la tarde, Garbiñe me dejaba en la puerta del aeropuerto y nos despedíamos fundiéndonos en un gran abrazo, esperando volver a vernos muy pronto.
Sentada en el avión de vuelta a casa, sonreía feliz pensando lo fácil que es incluirse e incluir cuando se "quiere" y el cariño está presente.
Este viaje ha sanado mi alma, ha llenado de cariño mi vida y me ha hecho sentir emociones maravillosas que ya se quedan para siempre en mi corazón.
Un viaje único, muy emotivo y sentimental en el que se han unido mis tres grandes pasiones.
Quiero darle las gracias a mis queridos/as amigos/as por serlo y por seguir cultivando la amistad y el cariño a lo largo de los años. Mis brazos siempre siguen abiertos al cariño, a la amistad, a la vida...
En cuanto pueda y cuando el tiempo dedicado a la Diversidad e Inclusión me deje, compartiré la crónica de cada día y lugar. Prometo que será muy emocionante.
...CONTINUARÁ...
2 comentarios:
Publicar un comentario