Crónica 23. De Olderdaler a Lyngseidet.
Casi sin darme cuenta, me encontré tomando el transbordador y navegando por este maravilloso fiordo. Toda una maravillosa sensación ver como la costa se alejaba, dejándome contemplar las magestuosas montañas con su nieve, cascadas...
Hacía muchísmo frío y el aire era tan gélido que aún estando muy abrigada sentía frío. No podía permanecer fuera, en la popa y proa del barco, todo el tiempo que me hubiera gustado.
Por eso, a ratos, entraba en el interior del barco. Mi cuerpo entraba en calor y nuevamente, me volvía a subir a quedarme extasiada en los 360 grados que era capaz de contemplar.
A cada mirada, una nueva sensación. Nuevos colores, nuevas estampas y un sentimiento de placer, de paz, de felicidad... que tenía la suerte de compartir con mi amiga Estela y con los compañeros/as del viaje.
El color del mar hacía que mis pupilas se fijaran en él y mi cámara lo fotografiaba sin parar. Bellos y hermosos paisajes lapones, que a día de hoy, tengo la suerte de volver a sentir, con sólo mirar estas imágenes.
Y nuevamente, casi sin darme cuenta, el barco llegaba a Lyngseidet, nuestro destino. Me gustaba ver como las lejanas casitas de colores cada vez estaban más cerca. En poco minutos bajé del barco y ya en tierra, volví mi mirada al barco y al nuevo paisaje que me recibía.
...Continuará...
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